sábado, 3 de diciembre de 2022

EN ESTE TEMPLO

 

En este templo se admiran las estrellas,

se guardan las palabras… si no hay que decirlas,

se aprecia el silencio,

se venera la belleza,

nos alumbra el asombro,

descubrimos lo Auténtico.


En este templo se honran los cuerpos,

se cuida la mente,

son presentes las ausencias,

nada falta porque somos ya unión,

se Agradece todo al Todo

y lo pequeño se agranda.


En este templo lo Grande nos suspende y nos Abraza.


En este templo se recibe con sonrisas,

se bendice al que se va

y el que se queda se llena de Paz.

Se da lo que se tiene,

si se escucha es plenamente,

no se va por las ramas,

Lo Real no se vende.


En este templo tú eres justo lo que sobra y falta.

Y el tú es otro nombre de mi

y yo soy otro nombre de ti.


En este templo tú eres justo lo que sobra y falta.





sábado, 14 de mayo de 2022

La sed del río.

 

Yo ya soy la Tormenta.

Esa Alegría en latido azul,

de rimar con un no saber innato.


Liberado y vuelo,

cantan mis pájaros del asombro,

pleno tras esta planicie de pena y vaivén.


Soy la huella del que huye, lo mismo que pasos de Luz.

Tu mirada de mar, otro espíritu parvo,

su mano amiga… la sed del río.


Busco con mi lámpara la noche, en medio de ella,

despistado por los pasos del ensueño,

y me agito y turbo en arco o espuma,

a la espera del regazo pleno

donde nos funde el beso con lo definitivo,

hogar de héroe,

justo para salvarnos.


Ya no marco rumbos

me dejo atravesar por el Viento. 


Tal vez sea sobre todo la sangre de estos versos.


Y que zarpe la primavera en tu pecho.

jueves, 24 de febrero de 2022

El extraño caso de los relojes discordantes ( PROSA)

 

Dos esquinas… un solo edificio.

Apenas cincuenta metros entre ellas… ¿ Entraría ahí una piscina olímpica? Me muerdo el labio, achino los ojos.

También dos cruces: cuadradas, luminosas, parpadeantes. Cada chaflán la suya.

Símbolos de una farmacia… la misma.

¿ Son dos cruces ? o una repetida. Se ven idénticas, inanimadas, exactas, fabricadas en serie; pero cada cual también única, ocupando su espacio propio.

Sigo en la observación.



Aquella de la izquierda según yo miro, junto al roble viejo, señala veintiún grados. Sus dígitos sentencian en rojo la temperatura.

La de la derecha, que es la de la izquierda para el repartidor de bebidas de gran barriga que acaba de bajarse de su camión enfrente mío al otro lado de la calzada, marca dieciséis. En ambos casos Celsius. Él ni se ha fijado. Suda.

Quizá la sombra del parque, una corriente de aire que asciende desde el río o el mismo sol que golpea la cara sur explican este desfase. Curioso. Frunzo más el ceño.

¿ Cinco grados en cincuenta metros y colocadas simétricas a seis metros de altura ?  La suma de dos canastas de baloncesto o una novena parte de cualquier piscina olímpica.

Alguna tiene que tener el termómetro roto.




Sin aviso sus números digitales, distantes, mutan a otra cosa: ahora son reloj. Siguen rojos.

El repartidor cruza con su carretilla llena de cajas de bebida de cola ( No pienso hacer publicidad de ninguna marca registrada)

Lleva una horrible camisa marrón con rayas grises. Por lo menos no la ha elegido él. Es su uniforme. Obligatorio. Si no lo usará, si cualquier martes para ir al trabajo decidiera ponerse por su cuenta la camisa hawaiana de la suerte que compró en Benidorm hace años, no volvería.



Repito mi mirar.

Siento un estremecimiento.

El reloj de la cruz de la derecha, ahora también ya para el repartidor, marca las 14:46. El que se exilia al fondo lo contraría: 14.41.

Ganas me dan de frotarme los ojos mientras un calor incómodo me trepa ya hasta la cara.

¿ Qué hora es ?

Porque digo yo que el tiempo es exacto ¿ no ?



Si existe como Realidad debe ser rotundo, no éste panorama dispar. Y si no es coincidente… para qué lo medimos entonces. Barra libre.

De cuál de las dos cruces debo fiarme.

Resoplo.

El extraño caso de los relojes discordantes me absorbe en cábalas. Puede que las personas del fondo vivan sus días con cierto adelanto o por contra la gente que habita los pisos más cercanos lleven un claro retraso; fantaseo incluso con que algún vecino codicioso amasa sus trescientos sesenta segundos robados para usarlos según mejor le convengan.

Tras lo gracioso empiezo a percibir un desastre.

¿ Existe el tiempo?



Si solo fuera la adaptación humana de lo Eterno, otra convención para sobrevivir, no me parecería mal; pero habría que mentirse todos a la vez, digo yo, bien coordinados en el engaño. Si no que cada barrio o país elija cuánto duran sus minutos o según qué calle o continente los días puedan oscilar entre veintinueve y cuarenta y seis horas.

El tiempo es objetivo: eso nadie lo discute; pero visto lo visto quién determina que justo esa fracción, ésa y no otra, es un minuto, aquella dos segundos, la siguiente tres horas exactas. Y de dónde se recortan sus pedazos. Acaso existe el Reino del Tiempo con sus fábricas o enormes almacenes.¿ Hay un hilo inacabable que el hombre fracciona a voluntad ?




Ganas tengo de preguntarle al repartidor qué medida determina las porciones y porque no coinciden las que tengo frente a mis ojos. No está a la vista. Una bella muchacha sí que pasa por mi lado. La abordo.

- Qué hora es.

Saca su móvil.

- Las 14:39

Vuelvo a mirar los relojes. Allí son ahora las 14.42 y las 14.46

- No puede ser.

- Sí – dice viva mientras me enseña la pantalla. Es morena y ágil, con una belleza espontánea.

Esto nos pasa por limitar lo eterno, pienso asustado.

Debe ver mi cara de asombro porque en seguida añade algo.

- Si no llegas a algún sitio – dice con tono solidario - tengo aquí mismo mi furgo y tiempo para acercarte dónde quieras.

A qué tiempo se referirá. Cuál es su medida. Tal vez no coincidamos.

Salgo de dudas nada más subir a la vieja Volkswagen azul.



En el centro del salpicadero un reloj de inmensos números, éstos negros, grita orgulloso las 13:43. Alucino.

Vuelve a verme la cara.

- No he cambiado todavía al horario de verano – dice desde su envolvente sonrisa. Ahora veo que tiene un diente roto casi por la mitad.

Entro en bloqueo.

Qué podría contarla: mi creciente convicción de que el tiempo es un absurdo cerco que alguien inventó algún día, decirla que empieza a parecerme de risa eso de medir la eternidad o tal vez compartir con ella en confianza cuándo dura el rato que tiene para llevarme a ninguna parte.



Su nariz es perfilada, tajante, labios de selva, pequeñas pestañas y esa clase de ángel que al aparecer hace olvidarlo todo. Huele a promesa y olvido. Mi cuerpo a su lado siente, sin pensarlo, que un beso suyo, apenas el leve roce de sus labios, podría hacer saltar por los aires todos los relojes del mundo. Tal vez exista un vacío más allá del vacío; algo parecido a un espacio donde el tiempo se derrite entre las caricias de lo esencial.

Pudiera ser entonces que aquellas cruces que son relojes se han ido enamorando también cada cual desde su esquina del parque solitario o del primer rocío de enero o de aquella niña de coletas frágiles que cada día pasa con su cartera rosa camino del cole. Solo la poesía desbarata los planes más rígidos.



Hace diez segundos, de los míos, he dejado de esforzarme por comprender ya nada, sólo disfruto de una alegría imprevista que me invade vaporosa sin aviso. De pronto creo en lo relativo y la miro desde más allá del tiempo, abrigado a la intemperie de los plazos.


- ¿Dónde vamos?

viernes, 10 de diciembre de 2021

Los nómadas del Aire.

 


Saben bien los nómadas del aire

que sólo el Amor enamora.


Al son de címbalos y guitarras, entre el baile raíz,

embozada, tal vez, al envés del Silencio,

sigilosa o abierta..,

pendular asciende la semilla de las virtudes

desde su esencia sagrada.


Y Renacemos.


Por fin somos rubor saciante, boca de Dios,

por fin Siendo,

herido de muerte el espejo líquido que derramaba su mentira

hasta apagarse ahora el engaño en la alianza de los Despiertos.


Desde los luminosos atrios de este alba nuevo

quedan olvidadas las urgencias añadidas,

los perfiles agotados,

el singular desfile de las sombras vírgenes;

se desploma la trama en su velo de barro,

estalla la tinaja…

y duele.


Un dolor lento, de luto y arrebato,

de soñar volverse atrás, pero ya es tarde.

Duele hasta querer dejar opaco este celeste Vacío,

sin saber siquiera ya a quién le está doliendo tanto.

O que habita tras tanto hambre y pedazos.


Tal vez un juguete, otra ilusión, la lluvia niña, más vanidad… Lo Real.


lunes, 29 de noviembre de 2021

En los charcos del Misterio

 


Dios se llueve a sí mismo

en los charcos del Misterio,

derrocha intactos espejos perfectos

sobre el rostro de todas las cosas.


Existe un reflejo que debe perderse, 

para alcanzar el irisado remolino origen sin mancha.

Hilo azul que enlaza a la Unidad.


Lo sabio es no saber,

ser sólo audiencia... o paso;

pero este esqueleto de sueños

en mano que busca amparo

precisa sujetar siempre, y entonces, el aire ebrio que tanto lo asfixia.


Así rima el poeta entre los restos del pecio

soplando en los rastros de espuma que dejan los días,

así se incendian nuestras sombras aisladas

o toda perversión precipita al fracaso y la peste.


Es cierta la ingrávida senda que nos sostiene,

nube invencible, experiencia de aire,

alado Amor que desnuda el ensueño

para vestirle de lluvia… y Eternidad.


Apenas somos un siseo,

borrasca que tiembla o sonríe,

entre las hojas del Ser.


Y el alma se arrodilla ante este eco.

viernes, 20 de agosto de 2021

De entre los labios del abismo

 


Bajo la ley del mundo voy creciendo


en ágil dejar atrás cuanto no sea instante o Dios.


Yo, tan de agua, y que siempre tuve sed.



Giro así cometa del tiempo,


desde el vergel relativo de todos los absolutos


al fuego que por fin empieza a arder y vivo me arrasa.



De cada muro derribado brotan puentes piedra a piedra,


como flores asoman a las grietas del poema,


en rescate de aquel niño ignorado,


cuna mendiga de tanto pan de llanto.



Existe un silencio palpable entre los labios del abismo de


tus células de bruma,


se abre al mundo en llave de oro o ínfima miga de mar,


fértil atisbo festivo ante tanta razón en retirada.


Silba la Luz.




Mi viceversa se despliega pronta en verso


como agosto o soledad,


huella de estrellas, horca, circo azul,


vínculo salino de promesas,


nuevo desorden.




Me escribo a ciegas, espejo opaco, justo donde clarea el alma,


fiel alba de los caminos venideros,


y te bendigo en la rima, humano de ensueño:


por ti hago finales donde nada se termina.

viernes, 23 de julio de 2021

Dos certezas y un poema


 

Bajo un techo de hayas se escucha el manso murmullo del musgo,


ascienden también sosegadas,


dos dudas humanas, las nuestras,


naturales como cualquier mar de helechos.



Nace el poema.



Entre el esqueleto y los sueños vamos siendo.


Y toda distancia cicatriza al fin en beso


siendo deuda que cimbrea la existencia en nuestros labios.



Surge el lector.



Tras un parpadeo espontáneo


se impone lo Esencial hecho detalle,


el Ser sencillo de lo sereno,


los templos amables carentes de muros con dioses sin rostro.



Brota de improviso otra biografía.



No seremos ya sólo cabalgata de datos,


bostezo de huellas de flor,


sed de los vencidos,


ejército de números glaciales,


soberanos de la nada,


pizcas de sangre,


elogios enterrados.



Vence lo Vivo.



Tras el tiempo del infinitivo,


en el exacto silencio de los bosques de la Luz,


se abre el baile de las libélulas libres,


la esclavitud del revés,


el lazo que todo lo aligera,


otra soledad bajo la bóveda celeste,


lo imposible de explicar,


tu deseo, mi huida, su adiós, nuestro reflejo en el desván de los olvidos…




Y por fin el viento se hace llave


para que a un segundo del eco de la nada


irrumpan en el alma dos certezas:


Solo el Amor nos salva


y este poema no fue nunca literatura... ni por supuesto es casual.