Cómo
morir bien...si bien no has vivido.
El
arte de Honrar lo vivo es un proceso total de principio a fin. Vivir
la muerte es por eso también tramo ineludible de un Camino
Consciente. Vivirla... y que no te beba vivo ni te viva ausente.
Pero
no es fácil hacer algo de lo que siempre has huido o te han hecho
temer. Justamente lo negado nutre aquello que evitamos. Mirar hacia
otro lado nos hace desconocer este. Hacerse el despistado no nos
Despierta. Nos resta.
Si
exploramos más de cerca...curiosos... existencia y morir son siempre
un no saber. Podemos perder atención y ganar pavor o aventurarnos a
recorrer lo oculto desde la Luz, elAmor y lo aprendido... Y-luz-mimar
las sombras.
La
experiencia de la muerte es también renacimiento inverso...viva
vuelta a la Unidad primigenia... salto sin red hacia el secreto
sostén de lo Trascendente. Vuelo final que es inicio.
Así
del caos primero ante la muerte, con su maleta de miedos y pasos de
pánico, podemos llegar a lo realmente relevante: la estación Fuente
que se dibuja al fondo como círculo de Vida eterno, superando la
simple existencia, para ver lo que no se ve y hace que todo se vea.
Es muy lógico el miedo inicial humano; pero quedarse sólo ahí
sería renunciar a una de nuestras mitades. Y no hay vuelo Más Allá
para un ave con su ala herida.
Tras
transitar la Magia de la Aceptación, el buscador descubre como
intuición fresca que no es solo lo que siente y toca y sufre y se
mueve... y muere. Descubre el salto que no es final. Se vive
sintiente seguido. Mañana sin fin. Baile continuo de aire en
círculos suaves de eternidad Madre.
Intuir
el Más Allá y hacerlo precisamente desde más acá es un regalo
para vivos que prepara al moribundo que seremos. Preguntarnos sin
miedo sobre ese Gran Miedo que es el morir nos alcanza cierta
liberación, ágil y secreta, que hace más liviana la inevitable
segura partida de estas tres dimensiones... tan frágiles. Prisión
escuela de Aire. Privilegio. Veneno.
Pero
a quién le llevaron de la mano a acompañar el último suspiro de su
ser más querido...a quién no le ocultaron la partida de padres,
hermanos, abuelos, mascotas, extraños o vecinos. Quién fue
dulcemente instruido sobre la muerte.
Aquí
siempre se nos sustrae de lo central. Como si fuéramos bobos
ausentes que se mienten a sí mismos.
No
hay aulas de muerte ni escuelas de Aprender a soltar. Nadie nos
enseña a conjugar el adiós a lo Amado. Nos evitan las lágrimas de
lo cierto y así asesinan nuestra capacidad de dejar ir sin peso.
Somos inmensas pinzas voraces que atrapan y no liberan. Piezas que
olvidan soltar. Y ¡ qué curioso ¡ no hacemos otra cosa con cada
respiración o latido. Absurdo.
El
fin de la Vida es transitar la existencia y la muerte para regresar
después al seno original. La casa donde los pájaros que somos
vuelan ya sin la limitación liberadora de cuerpo y mente.
Y
a veces una serena Sonrisa última nos abre al seductor Misterio
donde descubrimos que no hay aliento final sino sencilla invitación
a seguir. Vivimos entonces que el miedo es sólo un velo inacabado
que oculta la verdad y tal vez....que nuestra mística misión mágica
sea explorar ese desnudo del alma.
Descubrir
que al fondo del fondo late lo infinito.
Más
Allá, Más Allá, mucho Más Allá.