viernes, 23 de julio de 2021

Dos certezas y un poema


 

Bajo un techo de hayas se escucha el manso murmullo del musgo,


ascienden también sosegadas,


dos dudas humanas, las nuestras,


naturales como cualquier mar de helechos.



Nace el poema.



Entre el esqueleto y los sueños vamos siendo.


Y toda distancia cicatriza al fin en beso


siendo deuda que cimbrea la existencia en nuestros labios.



Surge el lector.



Tras un parpadeo espontáneo


se impone lo Esencial hecho detalle,


el Ser sencillo de lo sereno,


los templos amables carentes de muros con dioses sin rostro.



Brota de improviso otra biografía.



No seremos ya sólo cabalgata de datos,


bostezo de huellas de flor,


sed de los vencidos,


ejército de números glaciales,


soberanos de la nada,


pizcas de sangre,


elogios enterrados.



Vence lo Vivo.



Tras el tiempo del infinitivo,


en el exacto silencio de los bosques de la Luz,


se abre el baile de las libélulas libres,


la esclavitud del revés,


el lazo que todo lo aligera,


otra soledad bajo la bóveda celeste,


lo imposible de explicar,


tu deseo, mi huida, su adiós, nuestro reflejo en el desván de los olvidos…




Y por fin el viento se hace llave


para que a un segundo del eco de la nada


irrumpan en el alma dos certezas:


Solo el Amor nos salva


y este poema no fue nunca literatura... ni por supuesto es casual.