sábado, 19 de diciembre de 2020

VIVIR DE VERAS

Más que existir, Vivir... más que vivir aún, Honrar la Vida.


Alabo la Valentía del Vivir de veras, ese aliento elevado sobre el simple sobrevivir que reivindica como derecho el vivir sobrado.

Y no hablo aquí de osadía o ceguera, canto aquello que nos hace realmente humanos.

Ofende a Dios que injustamente usemos su Aliento como escuálida baratija existencial, desperdicio de sus distinguido don.


En estos tiempos grises donde parece cobrar peso el simple paso de los años, pido sereno vivir desde un consciente valorar de lo auténtico. Quién quiere más…. si uno es menos.

La vida a cubierto, aséptica, ideal, será larga sí; pero insuficiente.


Para nada somos balanzas frías que acumulan sólo el peso de segundos buscando uniformadas el premio de meses que terminarán olvidados en clónicos años sin brillo; ninguna historia que tenga sentido se medirá jamás por el número de trienios acumulados a cualquier precio.

Somos por el contrario y desde la poesía de lo Vivo seres que precisan el roce de una mano amiga, cuantas más mejor; cualquier pícara conexión que hermana el cielo driblando los detalles o ese pálpito cálido que se precisa para sincronizar dos corazones con el lazo de unos besos.


¿ Realmente queremos un futuro sin ternura?

Nuestros niños se atrofiarán si detenemos lo cordial y entonces sufriremos una sociedad muerta, llena de temerosos adultos infantilizados que sin mezclarse siquiera entre ellos llegarán a olvidar el vuelo de las alas del deseo o ciertos abrazos de cielo que salvan al acercar las almas. A quién le seduce ese horizonte helado de distancia entre los cuerpos, un no tocarse impuesto que destruye el alma poco a poco sin remedio. Pareciese el plan de unos seres densos y ocultos.

Suena a obsesión hueca perdurar, a costa del sentir incluso. Ahí no me apunto… aunque me excluyan.



Un mundo que no acepta su humanidad termina vendido al miedo y la nostalgia; deshumanizado, aunque existente. Procesiones de muertos en vida llenarán las calles desinfectadas de ciudades sin alma con sus cartas congeladas en sobres esterilizados, patéticos intentos por remedar el estallido misterioso de ciertas palabras susurradas al oído del amante.


No importa tanto desconocer a dónde vamos… la tragedia real es frenar el baile del aire congelando lo cálido. Vivir es una aventura para valientes.