jueves, 25 de marzo de 2021

La Vida no tiene tamaño


A veces uno se siente solo…

y entonces se deja atrás uno

para en calma ser Camino y Amor.

Así se renace a lo Real como llave de Luz o gota de rocío.

La Vida no tiene tamaño entonces: es la galaxia y el átomo,

tu “yo”, mi “tu”,

la primavera en el tronco pétreo que atraviesa otra quima, todo lo

aprendido a cucharadas en la infancia, dos cuerpos que desafían el
 
fuego en tregua posterior de lluvia y edén.


Somos todos los bosques, cada constelación, el mar, su borrasca

 olvidada, las últimas volutas de un misterio de brea, del centro del

 río penacho de bruma. Lo conquistado.


No tiene forma la Vida, avanza como el paisaje o las arrugas. Lo

 mismo en la mano del viejo tronchando el tallo de un lirio que en el

 níveo talón del bebé arropado en su ausencia feliz... es mi ansia de

 rendición sobre los arrabales del día a día o aquella tan conocida

 huida tuya hacia delante.


No vivimos de hecho… somos la Vida. Victoria.

No la tenemos… nos posee. Paseo.

Tan sólo si resolvemos nuestro eclipse original navega como hoja en

 el viento dichoso este vapor de aire y huesos por sobre las islas del

 consuelo o sus desolaciones.

Sabe esperar la Vida… es eterna. Ecuánime al margen de adjetivos e

 intentos, observando incólume desde lo alto.

Me dijo “patria”, respondí imposible.

Me dijo “amor”, conjugué el silencio.


Ahora soy más allá del sueño en tus pupilas o el aire y suelto ya el

 sarcófago labrado de estos versos.

Te Amo, sí. Debías de saberlo.