Despunta al alba el séquito de lo sencillo,
lenta se eleva esa alquimia que da espacio,
en puntual cadencia insomne de vereda de segundos.
Hay en ti hoy un parque descalzo, dos semillas de sésamo y mostaza, otro nuevo tren que atraviesa tus párpados,
y el eco de campanas viejas llenándote con su recuerdo de unas manos madre.
Todo es real... y sólo poesía.
Veo a su vez sombras audaces enhebradas a la trenza de la noche, vigilando el balanceo huérfano de otro columpio vacío.
Huele el verso a exilio y hogar.
Has de saber: que nos estamos jugando la Vida… a cada instante.
Cuando el sol de la noche ya no juzgue ni retenga,
en mágica desnudez, bajo el auspicio de un paraguas transparente y su sorpresa, la Luz Verde nos guiará a tientas por la penumbra de ese misterio que sabe a mimo y travesía, a guiño de estrella antigua, a molde de palabras despertadas de improviso.
Sólo algunas caricias suspenden el reloj de arena que duerme en todo pecho, solo algunos versos pueden salvarnos de la herencia terca de tanta soledad.
Justo eso somos: el añico que tiembla ante el espejo tras descubrirse uno hecho de dos… o viceversa.
Y se abre libre tu sonrisa de humo y gris.